martes, 21 de agosto de 2007

The Importance of Being Earnest...¿de verdad es tan importante?*

Escribir es para mí un ejercicio que necesita ser practicado con asiduidad para no resultarme fatigoso. Es decir: que llevo tanto sin hacerlo que me da pereza. Lo cierto es que mentalmente he escrito varias entradas, pero o se inventa la telepatía por internet o “ni modo”.


Me voy a volver a lanzar a la piscina con una idea a la que le he dado tantas vueltas que no sé por dónde cogerla: El afán por poner (y ponernos) nombres.




Según nuestra cultura “En el principio fue la Palabra...” y la primera labor de Adán fue dar nombre a animales y plantas, así que no voy a negar que “llamar a las cosas por su nombre” debe de estar impreso a fuego en nuestros genes. Pero lo que ya no está tan claro es que esa necesidad de nombrar se utilice para satisfacer otra necesidad, está patológica, de sentirse parte de un grupo que excluye a los que no comparten el mismo nombre.


Haced una prueba (y hacedla a los amigos). Decid sin pensar demasiado, cinco palabras que expliquen grosso modo cómo sois. Si entre esas palabras se incluye algún término religioso (soy cristiano, musulmán, budista, ateo...) político (de izquierdas, de derechas...) de “importancia” (soy ministro, doctor, duquesa...) será cosa de plantearse si tal vez eso que creeis que os define, lo que hace en realidad es separaros del resto de los humanos.


Sé que esto es confuso, ya advertí que me iba a costar explicarme. No pasa nada porque uno diga que es Ministro de lo que sea, si es cierto que se dedica temporalmente a eso; lo malo empieza cuando en esa declaración va implícito un “no sabe usted con quién está hablando”. Tambien es natural que quien crea en la Iglesia de Roma diga que es católico, pero si lo que quiere decir es que es “una persona decente, que cree en el único Dios verdadero”... Eso es lo que yo llamo “patológico”.


Mosca Cojonera está desarrollando en su blog una labor tan interesante como exhaustiva explicando las distintas “filias” o costumbres sexuales. Hay algunas divertidísimas como la de los adictos a las patadas en los huevos y otras francamente repugnantes para mí, pero para gustos están los colores. Lo que cada vez está más claro es que la lista podría ser tan larga como una guía telefónica mundial. Siempre se puede especificar más. Si hay un grupo al que le “ponen” los zapatos, habrá un subgrupo zapatos-rojos y otro zapatos-rojos-charol y...


Entiendo que alguien con un gusto que considere peculiar, quiera saber si hay más humanos con sus mismas apetencias. La necesidad de sentirnos parte de la misma especie tambien forma parte de nuestra esencia. El problema empieza cuando aparecen los “puristas”, los que se autoproclaman poseedores de la verdad única; los que deciden que las cosas son como ellos dicen y si acaso, “toleran” que haya otros que no piensen los mismo, pero esos otros no son auténticos .............................. y en la línea de puntos podéis poner lo que se os ocurra.

(Continuará)


* La tradución al español de la obra de Wilde es "La importancia de llamarse Ernesto" perdiéndose el juego de palabras original entre "Ernest" (nombre que adopta uno de los protagonistas) y "Earnest" que significa serio, formal. Así la traducción sería "La importancia de ser formal", pero en este enlace apuntan una mucho más interesante.